Al fin lo conseguí. Eso que estuve pidiendo durante meses y meses. Eso que me hiciera despejar la cabeza.
Después de tantas emociones, tantos cambios, tantas novedades, tantos quilombos, tantas alegrías, tanto estudio, tanta mala sangre, tantos amigos, tantas idas y vueltas.
Después de un año increíble del cual, a pesar de sus altibajos, no me puedo quejar ni aunque me obliguen.
Después de llegar a un punto en el que mi cerebro me rogaba por un mísero segundo para reiniciarse.
Tuve mi, creo algo merecido, mes de vacaciones.
Amigos nuevos, amigos viejos, amigos de verano.
Descanso, entretenimiento, salidas, paseos, libros empezados.
Mañanas calurosas, mediodías descansados, tardes playeras, noches de películas y de película, largas madrugadas.
Música, comidas, prendas, sonrisas, llantos, negocios, bares.
Viento, sol, mar, arena.
Y Aire. Mucho Aire.
Caminatas inspiradoras y duraderas a lo largo de un sendero delimitado por la enormidad del mar y sus olas, que aletean paulatinamente creando ondas de ilusión, impregnando todos nuestros sentidos y maravillándonos.
No son las caminatas de medio año, esas que nos ayudan a pensar y repensar veinte veces los problemas, las decisiones a medida que avanzamos a paso temeroso, pero firme.
Son las caminatas en cuyos pasos se va dejando cada preocupación detrás.
Cuando se llega a destino, ya nada te presiona. Nada te recuerda a nada, nada te hace olvidar.
Es entonces, al llegar a la rotonda, a la meta, cuando uno puede alzar la cabeza y mirar hacia adelante.
Mirar hacia lo nuevo, sin olvidar lo viejo. Mirar hacia un año distinto y, por qué no, mejor, si es que se puede conseguir.
Y creo que se puede, siempre y cuando mantengamos una actitud positiva, realista y esperanzada. Y todo eso para entender que en realidad no hay meta. Siempre se puede caminar más.
Y sentir el viento en nuestros ojos, la música en nuestro alma, el sol en nuestra piel, la paz en nuestro interior, el mar alrededor. Todo eso que nos ayuda a avanzar, que nos impulsa a seguir adelante, sin importar qué rotonda nos esté restringiendo el paso y obligandonos a volver. No, siempre hay algo más adelante, a pesar de que no debemos olvidar que el punto de partida existe y siempre existirá.
Y cuando sintamos que no podemos continuar, que nuestros pies ya no quieren avanzar, que estamos cansados y abrumados de esa rotonda que nos hizo volver, acordemonos del aire. Ese que nos hace no pensar. Que se lleva los disturbios. Que nos abre los ojos y nos purifica la mente, para que podamos ver finalmente
La Inmensidad del Mar.
Les (y nos) deseo un excelente año y una gran década, en donde todos encontremos nuestro camino y podamos seguir siempre adelante, mirando hacia lo que nos completa y nos hace sentir libres.
